El sonido de la alarma del despertador saca a José de su sueño profundo al marcar las 6:30 de la mañana. José se despereza lentamente y se prepara para la rutina. Deja a su mujer, Mari Carmen, en la cama y se dirige al baño. Orina, se enjuaga. En la cocina rellena y enrosca con parsimonia la cafetera moka, espera y se sirve el café. Cada paso que da José está coreografiado por la costumbre de la mañana, se mueve por inercia mientras en su mente repasa tranquilo el día que tiene por delante, hasta que finalmente José cae en la cuenta: hoy no es un día cualquiera.

Las grafías debían ser como los objetos: armónicas en la forma pero nada pretenciosas, con el mínimo uso de mayúsculas para no sentenciar palabras. Y dispuestas equilibradamente en las horizontales y las verticales.